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Mostrando entradas de 2016

Vos podés...

Vos podés levantarte mañana por la mañana y sentir que no querés seguir en el mismo lugar, podes tomar una ducha de cinco minutos o de dos horas, podes tratar de decidir qué te pondrás, mientras suena tu canción favorita y perdés el control, podés maquillarte de una manera impecable o decidir que tus ojeras son el accesorio perfecto. Podés tomarte un café o una cerveza por la mañana; y también, podés elegir qué mensajes vas a contestar y cuáles borrarás sin leer, podés salir de tu casa con una sonrisa o con la cara larga, si tenés ganas de irte caminando a tu trabajo, no hay ningún problema; puede ser que los audífonos sean tu escape de la realidad o que te sobren ganas de hablar con tus compañeros del trabajo. Cuando decidiste que no querías seguir en el mismo lugar, es porque te diste cuenta que tenés el poder de irte, de meter tus cosas en una maleta y comprar un boleto de avión, podés conocer una ciudad y sonreirle a un tipo guapo en la calle. Al llegar al hotel, podés arreglar

Olvidar ausencias

Cincuenta años atrás conocí una mujer que medía un poco más de un metro y todos los días al salir de camino al trabajo la veía en la estación del tren, siempre arreglada y sus mejillas rojas como la cereza, la boca perfectamente delineada; pero la mirada, esa siempre triste, siempre perdida, siempre desolada, siempre extrañando; quien sabe cómo pudo llegar a sufrir tanto, o a lo mejor ni siquiera sufría por estar pensando en todo aquello que le hacía falta. Era un ser que despertaba tantos textos, canciones, poemas y vaya saber cuántos misterios más, pero un martes yo perdí el miedo de acercarme a ella, pues había escuchado que esa mujercita podía matar con la mirada y que ya varias decenas de seres humanos habían sido alcanzados por su rabia.  Me acerqué y le pregunté: ¿Puedo sentarme junto a usted? Y ella respondió: Pues si no te da miedo, querido, he notado que llevás más de treinta minutos viéndome y no es la primera vez que estás acá, ¿qué querés saber? Me congelé porqu

La despedida

*¿Dónde andabas? - ¿Yo? En ninguna parte, sólo estaba ahí en el jardín fumándome un cigarro, pensando e imaginando tonterías. *Pero eso es lo que hacés todo el tiempo ¿no te aburrís? -Es imposible aburrirse si todo el tiempo estoy pensando algo diferente, ¿querés que te cuente lo que estaba pensando hoy? *Dale, tal vez se me contagia lo relajado -Mirá,   es que desde hace varios días me puse a pensar que no soy el mismo que hace un año, sufrí demasiados cambios y eso me hace darme cuenta que es momento de algo más, de caminar en otra dirección; nada en la vida me causa más fobia que la costumbre y la comodidad; tengo muchos sueños y a veces siento que no todos llegarán a cumplirse. -Pero, ¿por qué llorás? Si te estoy contando algo sencillo. *Es que no te imaginás todo lo que he pasado en estos meses, es como si fueras otro, como si no tuviera nada en común con vos, como si fueras un desconocido: quizás estaba acostumbrado a resolverte la vida y a